El virus de las muchas-redes



Nada podría haber cambiado el destino que ella misma selló hacía ya años.

Había sido una niña más bien retraída en su infancia aunque siempre contó con alguna que otra amiga, sin embargo, la llegada de su primer smarphone cambió su vida tomando un camino sin retorno, pues con él descubrió el inagotable mundo de las redes sociales.

Nunca se separaba de su teléfono móvil ni levantaba la vista de él; si alguna vez se quedaba sin batería sentía una fuerte opresión en el pecho, su respiración se agitaba y se ponía incontrolablemente nerviosa por lo que empezó a llevar siempre consigo dos baterías externas allá dónde fuese por miedo a quedarse sin batería y no poder responder a los Twitts o no poder dar me gusta a la última foto de Instagram.

Las redes sociales habían sido su salvación pues tras la pantalla y disfrazándose con su avatar toda su inseguridad desaparecía, dejaba de ser la chica triste y cohibida a la que nadie prestaba atención para convertirse en la blogger, instagramer y twittera de moda. Ganaba seguidores por momentos, la gente le regalaba me gustas, likes, retwitts y comentarios y por primera vez en su vida se sentía importante, incluso querida... Comenzó a considerar amigos a aquellos que conocía por las redes que poco a poco se fueron convirtiendo en su mundo mientras desatendía las personas y el entorno que la rodeaban. Sin embargo, cuando se embarcaba en un viaje para visitar a aquellos con los que tenía contacto digital, a pesar de estar en su compañía era incapaz de liberarse de la necesidad que sentía por mensajear y estar conectada lo que le costó perder a más de uno de esos a los que ella llamaba amigos, pero poco le importaba pues contaba con varios miles de seguidores, ¿qué importaban 5 ó 6 menos?

Pronto también ceso es su inquietud por viajar, no solo para visitar a las personas a las que había conocido en el mundo virtual, sino también para visitar a sus familiares, quienes dejaron de invitarla puesto que durante su instancia no compartía tiempo con ellos. Ella vivía por y para sus seguidores.

Fue la creadora y propulsora de varios movimientos. Aquello la hacía sentir poderosa pues ella y solo ella decidía quién entraba y salía, no la importaban los sentimientos de aquellos a quienes humillaba con sus vejaciones e insultos pues no tenía consciencia de su existencia más allá de la minúscula pantalla de su móvil, el cuál renovaba con frecuencia para que siempre fuera de última generación. No, no la importaba que la tacharan de tal o cual cosa por su despotismo pues aquellos enfrentamientos hacían que ganase más y más afiliados a sus cuentas. Las polémicas eran buenas para su estatus en la red.

Tan grande llegó a ser su obsesión que redujo sus horas de sueño y rompió todas sus rutinas; comía cuando tenía hambre y dormía lo estrictamente necesario. A penas salía de su habitación hasta que perdió la noción del día y la noche. Nunca se preocupó por buscar un empleo ni por labrarse un futuro, ella vivía de sus padres, y para cuando estos pasaron a mejor vida la inactividad física a la que había estado expuesta había pasado factura. Sus músculos estaban atrofiados, sus huesos descalcificados y su peso había aumentado de tal modo que sus piernas no eran capaces de soportar su cuerpo por un trayecto mayor del que suponía ir de su habitación al baño y viceversa, por lo que la concedieron una incapacidad total así como una ayuda económica que cubriera las necesidades básicas.

Le asignaron una asistente que acudía una vez a la semana a limpiar la vivienda, aunque en más de una ocasión se vio obligada a marcharse sin realizar su trabajo pues ella estaba tan inmersa en su mundo virtual que no oía la llamada insistente a la puerta por  lo que la asistenta tampoco se extrañó cuando el suceso ocurrió.

Con los años había dejado de ser una persona y se había convertido en un perfil de internet del que nadie conocía más que sus publicaciones. Llegaron a contarse por millones los seguidores, pero nadie se preguntó donde se había metido la famosa blogger cuando la inactividad llegó a su cuenta, simplemente buscaron otros a los que seguir. Ella había desaparecido y nadie le importó.

Los vecinos llamaron a la policía cuando el olor a putrefacción traspasó el umbral del hogar que había heredado tras la muerte de sus padres. "¿Quién reside en este domicilio?" preguntaron los policías, a lo que los vecinos respondieron con total seguridad: "A veces viene una chica a limpiar pero no vive nadie dentro. Lleva años vacío". Echaron la puerta a bajo, pero no estaban listo para lo que encontraron.

Había muerto sola en su habitación, delante de su ordenador con una mano sobre el teclado y con el móvil en la otra.

El forense dictaminó que había muerto hacía semanas.

Había muerto sin que nadie sabía siquiera que vivía.

Había muerto sola.

Había muerto. Y no le había importado a nadie.


Procedencia


La procedencia de este relato tiene tres fuentes: En primero lugar, siendo pequeña fui con el colegio a ver una obra de teatro llamada "El virus de la mucha-tele". Trataba sobre un niño que, al igual que El Quijote que había perdido la cabeza por la lectura de tantos libros de caballería, había visto tanta televisión que ya no veía la realidad tal cuál era y vivía en su mundo de fantasía completamente desconectado de la realidad.

Por otro lado, la película Wall-E me conmovió en lo más hondo (a todos quienes la hemos visto supongo) pero también me sobrecogió el aislamiento social en el que se encontraban los seres humanos de la nave ya que, estando rodeados de otros, no eran capaces de ver más allá de sus pantallas. A veces tengo la sensación que es a lo que se dirige inevitablemente esta sociedad.

Y en último lugar, pero no menos importante. La serie Black Mirror, la cuál recomiendo a todo el mundo porque es espectacular, trata de una forma muy interesante el tema de las nuevas tecnologías y las redes sociales.

El recuerdo de aquella obra de teatro me ha acompañado siempre y quería rendirle un pequeño homenaje a través de este microrelato que, influenciado por la película y la serie mencionadas, pretende concienciar sobre el uso responsable y controlado de internet y las redes sociales. La enfermedad conocida como FOMO (Fear of Missing Out) es una realidad cada vez más peligrosa en nuestra sociedad que conduce a algunos al aislamiento físico y social. 

Es genial tener un hobby virtual pero recuerda que todo abuso es perjudicial. Navega con responsabilidad.

2 comentarios:

  1. Esta muy bien tu relato,la reflexión que haces y la documentación en la que te has basado,está muy bien para ilustrarlo tanto a adolescentes en Institutos ,coles(te lo digo como maestra que soy),como a adultos.

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    1. Muchas gracias Gema, me alegra enormemente que te guste

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