Las luces del desván

Entré de nuevo en aquella buhardilla en las que tantos momentos habíamos pasado. Estaba

oscuro, así que encendí algunas de las lamparitas de velas que había repartidas por toda la

habitación . Miré a mi alrededor, todo estaba igual, cada cosa en el lugar de siempre. En el

centro estaban los dos grandes puf naranja, entre ellos la baja mesa de madera que pintamos y barnizamos aquellas navidades que nevó tanto y no pudimos salir de casa; sobre ella los vasos, la jarra de chocolate que no habíamos recogido… por el suelo estaban los cojines, como siempre; en el rincón la estantería que hicimos a principios de verano con los tablones que nos trajo el padre de Airina, llena de nuestros libros; incluso el aire era el mismo, aún estaba lleno del suave humo del incienso de vainilla que habíamos puesto esa tarde, la última... Todo se encontraba exactamente igual que última vez que había estado en aquel desván; y, sin embargo, todo era diferente y lo será siempre...

Hace mucho calor, concretamente, 39ºC de temperatura, no hay ni una sola nube en el cielo, estoy de vacaciones de verano, he acabado Bachillerato y no me ha quedado ninguna asignatura pendiente para septiembre; cualquiera en esta situación estaría disfrutando de un día tal como hoy, 24 de julio, en la piscina, en la playa o, simplemente, en alguna terraza de algún bar con los amigos, y esa era mi idea de como pasar este verano, pero estoy lejos de estar cumpliendo mi propósito de disfrutar de unas relajadas vacaciones tras un curso más que estresante, de hecho me encuentro en el último sitio donde quisiera estar; por cierto, parece mentira que un lugar en el centro de Madrid y con tantísimas personas haya tanto silencio, y más extraño aún, sentirse tan inmensamente sola rodeada de tanta gente.

Por eso he preferido venir cuando se hubiese ido todo el mundo, pues, al fin y al cabo, los que aún quedan aquí poco van a ver u oír. No me sentía capaz de ver a Nadia, la hermana de Airina, a Carmen, su madre y a Daniel, su padre, ni de enfrentarme a compañeros de clase y profesores y menos aún de estar con nuestros amigos. La verdad, es que no he vuelto a ver a ninguno de ellos desde aquella tarde...