Análisis de Otra dosis de orgasmos

Empiezo diciendo que yo no soy escritor de prosa, soy poeta. Los ritmos, los ritmos, cosa en la que tanto he insistido. De hecho si os fijáis en la cadencia del párrafo inicial hay rima, por ejemplo: pura, hendiduras, duras; erectos, marineros.

Mis motivaciones básicas fueron dos: la forma y el tema.

En tanto a la forma: como digo, no suelo escribir prosa, algún relato tengo, sí, algún conato de novela larga también, pero en letargo está. Desde hace unos años preparo una obra de teatro (picaresca). Pero ello no tiene nada que ver con cómo he escrito Otra dosis de orgasmos.

Tenía muchas ganas de atacar una historia desde primera persona y en presente. Considero que escribir en presente es harto complicado, por ello el reto. Amén de esto nos encontramos ante un relato de frases cortas, martilleantes. Hay poca oración subordinada en el escrito.

Ello me permite configurar bien los tiempos para la lectura. Cada coma, cada punto, cada punto y aparte, cada punto y coma, y cada suspensivos representa exactamente eso. Decir también que en este texto experimenté por primera vez en mi vida con los adjetivos compuestos, recurso que, pienso, no existe en el castellano. En inglés se conocen como compound adjectives, y son una suerte de adjetivos mediados por un guion que puntualizan tanto el sentido de la adjetivación como el tiempo de lectura: «El ruso-diablo-loco-sediento-asesino» es diferente de «El ruso, diablo, loco, sediento, asesino».

Hago notar aquí que me fastidió mucho el formato en el documento para ebook, porque me los cambió en varias ocasiones.

En tanto al tema: me apetecía mucho escribir algo mordaz, política y socialmente incorrecto, crudo. La sexualidad sigue siendo un tema tabú en nuestra época. La prostitución y más aún de menores también, sobre todo cuando se intuye que es por necesidad. Es una realidad y gusta más apartar la cara. Por ello entré al trapo. Realmente dejé fluir la pluma teniendo estas sensaciones en mí, no lo premedité como ordena la buena práctica. No hubo un esbozo argumental. Simplemente fue. Además de esto, el relato está escrito en diferentes actos o escenas, separadas por «* * *».

Análisis y explicación del escrito:

Empieza la narración en primera persona y en presente. El primer párrafo es muy contundente, una suerte de hoja de ruta o declaración de intenciones. Mientras escribía entendía una ciudad marinera entre los siglos XVII y XVIII, de alguna colonia europea, quizás ubicada en Macao.

Entra el personaje principal en una taberna, y por el primer diálogo se ve que es asidua. Hay una dicotomía marcada para el giro final aprovechando los tiempos verbales: Estamos en la mente del personaje y su forma de pensar no se asocia en un principio con la de una niña; alusiones al péndulo de Ginebra, por ejemplo, o el recurso sexual constante. Se hace notar que la protagonista está innominada por lo largo de la historia. Mi intención con esto fue ayudar al lector a empatizar con los eventos que vendrían: si no le doy nombre y escribo en primera persona y presente, lo que sucede le ocurre al lector.

El personaje de la tabernera ayuda a afianzar la dicotomía. Según la protagonista piensa «Le digo a la gorda camarera que vio sus años mozos tiempo ha. (...) sonríe mostrando esos dientes amarillos todo sarro que lloran por comer una polla de nuevo algún día» se intuye que es una señora mayor. Pero en una segunda lectura uno se percata de que quizás tenga solamente treinta o cuarenta años. Claro que visto desde los ojos de una niña de catorce, es una vieja.

Hay un juego con el grupo de marineros tras un ligero velo. La protagonista les da motes. Sea el Sapo y el Príncipe («¿Será mi príncipe azul?). Esto es una clara alusión a los cuentos de hadas. El Cura («Él es irlandés, irlandés y se cree cura. Un marinero cura, capellán de las profundidades que quiere redimirme») y el Diablo («El ruso que no es ruso si no un diablo, un diablo loco y sediento») como ambas partes de una misma moneda. Como si dónde y cómo vive estuviese más allá del bien y del mal. Un purgatorio en vida.

Hay también un divertido juego cuando la niña elije al primer marinero y dice: «El peor primero para tener fuerzas», siendo para nada el Sapo el peor de los cuatro. Otro juego se encuentra en el primer diálogo por parte de la camarera: «¿Qué, ya te han roto el culo?», en tanto y cuanto poco después sí sucede: «Este pastor me quiere mandar hasta Dios mientras me rompe el culo». Cabe destacar aquí también lo suave de algunas acciones, como cuando de repente «Se acerca a mí y me acaricia estando yo de espaldas. Sus manos son callosas. Sus roces son lijas. Sus puñetazos duros. Mi príncipe negro, al que le gusta pegar», y uno se da cuenta de que sí, en efecto, le está pegando.

La protagonista es desgraciada más allá de los sucesos de la historia, analizando un poco vemos cosas como: «tú me das arcadas, en compensación te daré mal de bubas». En la época, la sífilis era llamada mal de bubas. Asimismo nos encontramos con que es estéril por imposición «qué cojones, si me destrozaron la matriz tras abortar». De aquí se dejan entrever ciertos pensamientos existencialistas muy propios de su situación: «Una pena, porque quizás pariendo encontrase algún día algún sentido a todo», pues nada le tiene sentido. Entonces, como colofón a su descripción viene su condena: «Entre mientras, amapolas». Las amapolas como referencia al opio. Sé que es un poco ofuscada la referencia, deseaba poner que «entre mientras, buscaré el dragón», pues se decía también en la época sobre los adictos a esta sustancia, pero me casaba mal.

Por lo tanto, nos topamos nada más empezar con una niña prostituta, de catorce años, sifilítica, estéril y deprimida, adicta al opio. La espiral de destrucción culmina con el asesinato de la protagonista, y otra vez un ápice de su edad: «Soy una muñeca rota que va perdiendo la vida...»

Muerto ya el personaje principal y narrador, por necesidad entra por primera vez y hasta el final un narrador omnisciente. Éste describe al personaje secundario que es Jane, una niña pequeña ya desde los ojos de la fallecida: «Espero que Jane, esa putita nueva que contrató Julia la semana pasada, me haya limpiado el catre». Llega, entonces, el colofón: «─ ¡Feliz cumpleaños! ─ Va diciendo Jane mientras se acerca por el pasillo ─ ¡la perra vida que vivimos te ha dejado llegar hasta los catorce!»

Mi interés con esto es que hubiese sido una bomba. Me he encontrado con críticas dispares sobre ello, curiosamente sobre todo desde la parte del género femenino. Muchas chicas, entre ellas mi prometida, me dijeron que tras todas las vejaciones que había sufrido la protagonista, poco importaba ya que tuviese catorce años.

Después y para concluir viene lo que he dado a llamar el recolofón, que es el eterno retorno. Consta que «Pasado el tiempo (…) una experimentada Jane de ya catorce años», una experimentada Jane de catorce años. Un oxímoron bien llevado para que devenga por fin ese eterno retorno:

«Ya es de día, otra mañana pura, tan fresca, veo como las ratas despavoridas se esconden entre las hendiduras del empedrado. Mis tetas están duras, ambas ellas tersas y de pezones erectos. El puerto, los barcos, los sucios sudados marineros. El embestir del mar y mi vagina».


Yass Fuentes.

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